La parroquia del Estrecho (Putumayo) está invitando a los niños/as y jóvenes para que recuperen, como pequeña semilla, su cosmovisión amazónica a través de los cuentos tradicionales y la historia del Putumayo
Cuando llegamos a Estrecho, después de los primeros meses de pandemia, tan sufrida por la gente del Estrecho y las comunidades, donde al principio faltaba buena información, atención médica, y oxigeno…aunque Estrecho está rodeado de la selva…
Casi toda la población se enfermó del COVID 19. La medicina brotó de la sabiduría ancestral, “de sus vegetales”, como muchos de los pobladores menciona, apoyados por los medicamentos convencionales, de vez en cuando, sin prescripción médica.
Este pueblo ya no es el mismo, aunque las calles son iguales, al lado corre misterioso el rio Putumayo y en frente las luces de las casas del pueblo vecino colombiano Marandua…
Pero, el pueblo en pocos meses perdió a varias personas.
Ya no vamos a encontrar al prof. Benjamín Rodríguez Grandez, siempre caminando por la plaza y participando en todas las actividades públicas, como líder indígena y juez de paz de la provincia de Putumayo. Recuerdo cuando hemos viajado juntos, en enero 2018, visitando las comunidades del Medio Putumayo, escuchando sus problemáticas y conversando mucho con la gente.
Ya no vamos a ver en las calles a don Florencio Flores Torres, quien nació en la Chorrera, era Murui, por años trabajaba en el Río Campuya, después vivió en la comunidad de Eré, y últimamente en Estrecho. Pertenecía a la organización de los pescadores, también era artesano, hacía cernidores tradicionales, exprimidores de yuca y otros tejidos, era experto en hacer flechas. Era un hombre tranquilo pero con mucha alegría, aunque sufrió mucho en la vida.
Tampoco vamos a ver a doña Diomar Ferreira, ex regidora de la provincia, comerciante, lideresa y sobre todo amiga de muchos, siempre atenta a la niñez y con muchas ganas de trabajar.
Ya no nos va a visitar don José Ríos Flores, de la comunidad Ocho de Diciembre- Fundador de su comunidad y artesano Murui. Trabajador, artesano: junto con su señora doña Milena Buinajima tejía hojas de irapay, canastas, hacía remos, etc. Hablaba su lengua materna, mantenía su cultura, compartía, era una persona muy acogedora dedicando el tiempo al otro.
Tampoco nos va a saludar en las calles el joven Jesús Maytahuari, siempre con su chispa y dando ánimo en todas las fiestas del pueblo, cantando con éxito su cumbia.
Para responder a la situación de pérdida de muchos que soñaban con el Buen Vivir del Putumayo, y los que sabían mucho y no han logrado compartirlo con los demás, seguimos como misión el proceso de acompañar el pueblo y luchar por la vida y por el fortalecimiento de su identidad cultural y revalorizar sus costumbres.
Nuestra cuenca del Putumayo representa una diversidad biológica y cultural. Aquí viven los pobladores Kichwas, Muruis, Ocainas, Boras, Yaguas, Maijunas, Secoyas y Ticunas. Además, los que llegaron de diferentes lugares del Perú, y también de Colombia. Cada uno de estos pueblos tiene sus creencias, cuentos, costumbres, forma de vivir etc.
Estamos preocupados, en Estrecho y en los pueblos de Putumayo, por los sabios y sabias se van sin guardar la sabiduría ancestral que conocen y sin tender puentes de encuentro con las generaciones presentes ni futuras a través de los relatos históricos de su legado ancestral, que permita recrear el “Buen Vivir” de los pueblos de la Cuenca.
Recordamos al Papa Francisco, quien en el documento post-sinodal “Querida Amazonia”, decía: “… en los últimos años algunos pueblos han comenzado a escribir para narrar sus historias y describir el sentido de sus costumbres. Así ellos mismos pueden reconocer de manera explícita que hay algo más que una identidad étnica y que son depositarios de preciosas memorias personales, familiares y colectivas.”
Por todo eso, hemos convocado el concurso “VALORAMOS LA DIVERSIDAD CULTURAL DEL PUTUMAYO”, donde invitamos a todos los alumnos de primaria y secundaria a escuchar los relatos de sus papas, abuelos, sabios… sobre el Putumayo, escribirlas o dibujar y dejar el trabajo en la casa parroquial. A los ganadores les esperan buenos premios, y para todos nosotros que somos conscientes de la memoria viva – oral que se va y no regesa, el mejor premio será recoger por lo menos algunos de estos tantos relatos, cuentos o historias que están en los pobladores y pobladoras de ese rincón amazónico.
Bea Prusinowska