Demolición de la iglesia parroquial de Santa Clotilde

Cuando llegué a Santa Clotilde, hace tres años, su emblemática iglesia estaba clausurada debido a su mal estado que resultaba un peligro para quien se atreviera a ocuparla. Llamaba la atención por el lugar que ocupaba, sobre una loma, que la hacía visible desde todo el pueblo y por su fisonomía, construida siguiendo un modelo arquitectónico totalmente atípico en la Amazonía y que más bien recordaba a los graneros canadienses. No en vano fueron franciscanos canadienses quienes la construyeron.

Para los habitantes de Santa Clotilde, especialmente los más antiguos, ese templo ha supuesto el lugar de sus celebraciones más importantes: matrimonios, bautizos de sus hijos y de ellos mismos, primeras comuniones… Su belleza y su valor sentimental hicieron que el pueblo llegara a plantearse la posibilidad de repararla, pero el terreno sobre el que estaba construida no garantizaba su viabilidad. Para empeorar la situación, un corrimiento de tierras sobre el mes de enero pasado fue agravando su estado progresivamente llegando a afectar peligrosamente a los pilares que la sostenían. No quedaba otra decisión que desmontarla para evitar una catástrofe.

La alarma causada por la inclinación repentina de su torre campanario a primeros de octubre del presente año precipitó el inicio, algo apresurado y sin un proyecto claro, de su desmantelamiento, lo que obligó a los responsables del Vicariato a ordenar la paralización del mismo hasta tanto no se tuviera un proyecto razonablemente seguro para llevarlo a cabo.

Los principales estamentos de la localidad: municipalidad, fuerzas del orden público, colegio y hospital junto con dos personas expertas enviadas por el Vicariato mantuvieron una reunión para evaluar la situación y diseñar un plan de demolición previniendo riesgos personales y materiales. El propio vicario se personó en Santa Clotilde para constatar la unanimidad de criterio y apoyar en la decisión tomada. Todos los estamentos antes mencionados aunaron sus esfuerzos y aportaron sus medios para que la operación pudiera llevarse a cabo el viernes, 20 de octubre de 2023.

No podíamos ser ajenos al pesar y tristeza que la desaparición de la iglesia iba a causar en muchos habitantes del pueblo. Así, la tarde anterior, jueves 19, se organizó una liturgia a modo de despedida en la explanada delante de la iglesia. Durante la misma se dio lectura a una esperanzadora carta del señor obispo. Finalmente, en la fecha acordada, se procedió al derribo de la iglesia que tuvo lugar de forma rápida, segura y exitosa.

Ahora queda la segunda parte: buscar una nueva ubicación en un terreno seguro y los fondos para la construcción de un nuevo templo. Con la ayuda de Dios y nuestros benefactores lo conseguiremos.

Norberto Aramburu

Misionero laico