Misión por las aguas del río Napo. Experiencia de Elvira Córdova, carmelita misionera

Desde que recibí la noticia de vivir la experiencia de Semana Santa 2024, en la Amazonía Peruana, mi corazón se llenó de alegría, no obstante, con algunos temores.
El 20 de marzo me puse en camino para emprender la aventura misionera. Salí de Lima a Iquitos, encontrándome con gente muy acogedora. Desde la ciudad de Iquitos emprendí el viaje, fueron dos largos días de travesía por río para llegar a mi destino, una comunidad llamada Angoteros. Navegando por el río Napo en “pongero”, el medio de transporte de la zona.
En la ruta fui contemplando la inmensa belleza de la selva peruana, me parecía un sueño ver la majestuosidad de la naturaleza, me venía a la memoria el poema de San Juan de Cruz. “¡Oh bosques y espesuras, plantadas por la mano del amado!… Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura…vestidos los dejó de su hermosura”. ¿Cómo no conmoverse al contemplar tanta belleza, llena de árboles, aves, y el agua que se desliza con mucha delicadeza? Naturaleza que es víctima de ambiciones humanas, sin importar la destrucción y la degradación de la creación.
En el camino conocí gente maravillosa, amable, algunos voluntarios y misioneros que entregan su vida al de servicio del prójimo, son testimonios que nos llenan de gozo y nos devuelven la esperanza.

Después de dos días de largo viaje y extasiada de ver la naturaleza, llegue a mi destino. Sali del pongero, mochila a la espalda y emprendí el camino. Gracias a un guía llegué a la casa de Dominik Szkatula (misionera polaca) que me esperaba con un gran abrazo de bienvenida a esta linda experiencia misionera, junto a ella también se encontraba el P. Ángel Almansa.

Los tres formamos la comunidad en la Misión Angoteros. Dominik como buena anfitriona con una sonrisa que deslumbra, su creatividad y originalidad, nos introduce en la cultura de los Napurunas o Kichwarunas del Napo, que son una etnia que habita en las riberas este río entre Perú y Ecuador. Al escuchar y palpar la realidad me parecía un sueño estar ahí, solo la conocía por el curso de geografía que estudiamos en el colegio, en la que se nos enseñaba los principales ríos de la selva y uno de ellos el Napo, ahora frente a mis ojos estaba el Napo, ¡Increíble! De mi corazón solo brotaba palabras de agradecimiento a Dios, al Carmelo Misionero y al Vicariato de San José del Amazonas por esta misión.

Nos organizamos la comunidad de tres con oficios compartidos: La oración comunitaria, la cocina, limpieza y la misión. Luego fui conociendo la realidad del pueblo de Angoteros, visitando a las familias, los niños, las catequesis y la celebración de la Pascua Kichwa.

El lunes 25 de marzo participamos de una asamblea de todo el pueblo. El tema a tratar fue la situación educativa. Se inició con la oración, se presentó a la nueva directora, a los profesores, etc. Luego se expuso el punto de la calidad educativa. Me llamaba mucho la atención que a casi a un mes de iniciarse las clases en todo el Perú, en Angoteros y sus alrededores se iniciaba el lunes primero de abril, pues lo que compartían los profesores es que recién habían recibido las resoluciones de sus contratos. Al constatar tanta indiferencia y olvido por parte de las autoridades, me surgían muchas interrogantes: ¿acaso ellos no tienen la misma dignidad que todos los peruanos? ¿por qué a ellos se les deja siempre al final?, ¿no tienen los mismos derechos de empezar sus clases al mismo tiempo que los demás?. Veía rostros llenos de inocencia, pies descalzos… y en la asamblea se escuchaban algunas voces que pedían que los docentes cumplan con su responsabilidad, que respeten los horarios de sus clases, que no lleven una vida tan desordenada por las borracheras que se dan faltando a clases, luego en noviembre ya están cerrando el año con la celebración de la promoción, es decir, los chicos estudian ocho meses. Creo que no hay derecho a seguir tratando a las comunidades indígenas como peruanos de quinta categoría.

Transcurridos los días iniciamos la Semana Santa que es una celebración muy significativa para el Pueblo Napuruna. Una semana antes, un grupo de hombres se van a cazar al monte para tener carne durante la Gran Fiesta. Llegan cargados de carne de mono, sajino, sachavaca y con sus chontas (palmito). Las mujeres se reúnen para preparar la carne y mantenerla hasta el sábado de Gloria. La Pascua se vive en un ambiente de silencio y respeto. Comenzamos con una celebración bonita de Domingo de Ramos, del lunes a miércoles por la tarde se llevó a cabo las catequesis con los niños.

El Jueves Santo celebramos el día del compartir fraterno y algunos niños hicieron su primera comunión aprovechando la presencia del sacerdote que va una vez al año, si hay oportunidad.

El Viernes Santo en la mañana los fiesteros, es decir los encargados de llevar a cabo la Fiesta de Pascua, construyen el Santo Sepulcro para que en la noche se haga la velación. La comunidad educativa fue la encargada de realizar el Vía Crucis por el pueblo. A las 7:00 pm dio comienzo “la vela”. Las familias de casi todo el pueblo acuden a la Iglesia para poner sus velitas acompañando al Señor en silencio, después de la celebración, continúan hasta media noche.

El sábado de Gloria a las 3:00 am, los fiesteros, junto a los soldados y sus artistas se hacen nuevamente presentes en la Iglesia, muy elegantes con su vestimenta propia para la ocasión, se disponen a vivir el momento más sublime e importante, la Resurrección de Jesús. A partir de las 4:00 am, invade a todos el espíritu de gozo al constatar que Jesús VIVE. Con la Palabra, los cantos y los bailes danzan para proclamar que la VIDA vence a la muerte, que la muerte no tiene la última palabra.

Lo más original y creativo son sus instrumentos y sus vestimentas. Lo que más me llamo la atención fue la trompeta, hecha de un palo de papaya, que retumbaba en toda la Iglesia. Otro instrumento creativo fue la batería, elaborada con dos baldes y latas viejas entre otros. Sus gorros de soldados hechos de cartón y muy elegantes, cada uno llevaba su marca según el cartón. Ante mis ojos desfilaban tantas novedades, era sorprendente ver tanta creatividad y originalidad y sobre todo ver los rostros llenos de alegría y gozo al estar juntos. La celebración duró hasta las 7:am en la Iglesia, después la gente se dirigió a la casa del fiestero principal a compartir de mazamorra de mono y la bebida propia del lugar el “Asúa” preparado a base de yuca. La mayoría de las familias celebran y disfrutan la fiesta.

El domingo de Pascua se vuelve de madrugada a la Iglesia, ese día hay menos presencia de fieles, pero los fiesteros y su familia no pueden faltar, están comprometidos con su misión. Se continúa con la celebración en algunas casas de las familias. En la tarde los fiesteros, los soldados y sus familias recorren el pueblo agradeciendo el apoyo de las personas que les han colaborado con el desarrollo de la fiesta, y por supuesto, la casa de la misión también es visitada. Por la noche se reúnen para elegir a los nuevos fiesteros que se encargarán de la Pascua del año que viene.

La fiesta continua hasta el miércoles por la noche que terminan con “la limpia”, que consiste en recoger las hojas y los adornos que han utilizado en estos días. Quisiera detallar cada día que compartí con la gente del pueblo de Angoteros que me acogió como una más en la familia. Al estar entre ellos, contemplaba la sencillez con la que viven, pero felices, disfrutando y gozando con la mazamorra de mono (sopa) y el Asúa (masato). Aprendiendo palabras de su idioma como: Alli puncha (buenos días) alli shishi (buenas tardes) alli tuta (buenas noches) Samatshu (hasta mañana).

Estos encuentros han marcado mi vida, me hablan de un Dios (Pachayaya) que habita entre el pueblo sencillo. Los Napurunas recuerdan que cuando eran niños pescaban en las aguas del Napo, pero ahora el pescado es muy escaso por toda la contaminación de las petroleras y la minería. Con la deforestación de las madereras, los animalitos van huyendo a buscar refugio a otras partes, su hábitat se destruye y desaparecen muchas especies. Por el cambio climático el calor se intensifica, las lluvias son menos frecuentes y la Amazonía sufre en mayores proporciones las consecuencias de la ambición de poder.

Los kichwas dicen que solo quieren que se les reconozca como los guardianes de la selva, que ese territorio les pertenece y su deseo es cuidarlo. Al seguir contemplando la realidad, me impresiona la lejanía y los pocos medios de transportes que existen para poder sacar a sus enfermos, que se curan gracias a sus hierbas medicinales y a los pocos implementos que hay en la posta médica. Otro problema cotidiano es la dificultad para comprar alimentos de primera necesidad debido al precio tan elevado que tienen, llegando en algunos casos a ser el triple de los que hay en Lima. Por ello me decían que el asúa les mantiene y les da fuerzas para trabajar.

Imposible poner todo en estas líneas, pero en mi corazón albergo, rostros y toda esta bella experiencia tan matizada como el arcoíris. El Napo me llama a comprometerme a vivir la comunión y la armonía con todo lo que nos rodea y nos hace parte del Todo, a vivir en fidelidad mi seguimiento, a seguir apostando por la vida, una vida plena y saludable para todos.

Dios Pachayaya nos bendiga y nos acompañe en nuestra travesía.

Elvira Córdova Carmelita Misionera

Comunidad “Francisco Palau” Santoyo