Nuestras Luchas

DEFENSA DE LA VIDA

En el Vicariato estamos comprometidos con la defensa de los Derechos Humanos, y en concreto contra la trata de personas y la explotación infantil. El Papa Francisco dijo en Puerto Maldonado (19 de enero de 2018): “Me refiero a la trata de personas: la mano de obra esclava o el abuso sexual. La violencia contra las adolescentes y contra las mujeres es un clamor que llega al cielo. «Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: “¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4,9). ¿Dónde está tu hermano esclavo? […] No nos hagamos los distraídos. Ni miremos para otra parte.  Hay mucha complicidad. ¡La pregunta es para todos!”.

DEFENSA DE LA TIERRA

La defensa de la tierra no tiene otra finalidad que no sea la defensa de la vida. El Documento Final del Sínodo, en el nº 14, dice: “La vida de las comunidades amazónicas aún no afectadas por el influjo de la civilización occidental se refleja en la creencia y los ritos sobre el actuar de los espíritus de la divinidad, llamados de innumerables maneras, con y en el territorio, con y en relación con la naturaleza (LS 16, 91, 117, 138, 240). Reconozcamos que desde hace miles de años han cuidado su tierra, sus aguas y sus bosques, y han logrado preservarlos hasta hoy para que la humanidad pueda beneficiarse del goce de los dones gratuitos de la creación de Dios. Los nuevos caminos de la evangelización deben construirse en diálogo con estos conocimientos fundamentales en los que se manifiestan como semillas de la Palabra”.

DEFENSA DE LAS CULTURAS

El Papa Francisco, en el nº 33 de Querida Amazonía, habla de “cuidar las raíces”: “Quiero recordar ahora que « la visión con­sumista del ser humano, alentada por los engra­najes de la actual economía globalizada, tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural, que es un tesoro de la humanidad ». Esto afecta mucho a los jóvenes, cuando se tiende « a disolver las diferencias propias de su lugar de origen, a convertirlos en seres manipula­bles hechos en serie ».Para evitar esta dinámica de empobrecimiento humano, hace falta amar y cuidar las raíces, porque ellas son «un punto de arraigo que nos permite desarrollarnos y respon­der a los nuevos desafíos »”.