
Sin embargo, más allá de todo el revestimiento y ornato navideño, este es un tiempo en que recordamos algo que cambió la humanidad; nuestra fe se fundamenta en la presencia de Dios entre la humanidad, un nacimiento que se da entre los pobres y para los pobres, que transforma la historia y que, con frecuencia, el ruido de las fiestas parece silenciar, o las luces con que se celebra puede terminar opacando. Jesús nació en un establo para hacer presente a Dios entre los pueblos, y nuestros pueblos, alejados de Palestina y del Mediterráneo, ajenos a la nieve y los gorros de invierno, precarizados e incansables, celebran estos días y nos hacen presente que Dios está aquí, en medio de ellos.