Cuando en los países del norte se habla de navidad es fácil que se dibujen en la mente imágenes de nieve y frío, se vengan a la memoria comidas familiares abundantes y especiales, se tengan presentes momentos de la infancia con regalos y se asocie, finalmente, estas fechas a reencuentros y mucha alegría. No son ajenos a los misioneros estos recuerdos o esta forma de evocar la Navidad, pero en nuestros puestos, nuestros ríos y nuestras comunidades la situación es algo diferente.
La Navidad en la selva no tiene frío, mucho menos nieve, y por eso resulta significativo que aquí, en el sur, se decoren casas, locales y calles con gorros de invierno que recuerdan al de Santa Claus, estrellas de colores y copos de nieve, junto con luces navideñas y hasta conos con luces que evocan el abeto, un árbol que no es posible que pudiera crecer acá en la selva.
Nuestro vicariato también tiene su tiempo de dulces, comidas navideñas y regalos, pero de modo austero y siempre en las dificultades de nuestro territorio: las familias que se dispersan por trabajo no siempre pueden reencontrarse, los dulces que suponen una fiesta especial aquí son comidas habituales en el norte donde todo está accesible, y los regalos más que una costumbre extendida, son una rareza para la mayoría del pueblo, siendo que, quienes los disfrutan, los reciben en forma de pequeño detalle, ajenos a esas fiebres de consumo que se ven en grandes ciudades.
Sin embargo, más allá de todo el revestimiento y ornato navideño, este es un tiempo en que recordamos algo que cambió la humanidad; nuestra fe se fundamenta en la presencia de Dios entre la humanidad, un nacimiento que se da entre los pobres y para los pobres, que transforma la historia y que, con frecuencia, el ruido de las fiestas parece silenciar, o las luces con que se celebra puede terminar opacando. Jesús nació en un establo para hacer presente a Dios entre los pueblos, y nuestros pueblos, alejados de Palestina y del Mediterráneo, ajenos a la nieve y los gorros de invierno, precarizados e incansables, celebran estos días y nos hacen presente que Dios está aquí, en medio de ellos.
Desde el vicariato San José del Amazonas celebramos así la Navidad, en la contemplación del rostro de Cristo entre los pobres, en la encarnación que hace presente a Jesús hoy, ante el mundo. Extrañando a nuestras familias y añorando otros momentos diferentes, pero disfrutando de aquellos que nos hacen presente el reino de Dios, de una manera más pura y menos comercial, de una manera renovada en sus culturas y un territorio en que Dios sigue poblando y animando.
Feliz Navidad.